domingo, octubre 21, 2012

'La firma de los canallas aparecen en las murallas'.

                                          Canalla: persona baja, ruín y despreciable.
 
   En tiempos de respeto por el entorno, bastaba con esta frase para que no se te ocurriera ni poner tu nombre en una pared o en un banco del parque de tu ciudad.
 
   Pero es que si un día, que te pillaba en baja forma, te daba por convertirte en escritor, escribías tu nombre tal cual: Carlitos García.

   Con lo cual, el municipal que leía lo escrito, sabía que el tal Carlitos era el hijo del panadero. Te cogía de la oreja, te llevaba al lugar del delito y te hacía borrar tu nombre.
 
   Y aquí paz y luego gloria.
 
   No salía tu padre a decirle a la autoridad que estaba conculcando los derechos humanos de su hijo.
 
   Hoy los pintamonas que tienen hechas un asco todas y cada una de nuestras ciudades - no todas, la verdad, ¿Por qué sera? - son mucho más 'valientes' que Carlitos.
 
   Hoy no ponen su nombre tal cual. Hoy firman con garabatos ilegibles y lo hacen con alevosía y nocturnidad, no como Carlitos que lo hacía a las cinco de la tarde para que todo el mundo lo viera.
 
   Pero Carlitos había pocos, afortunadamente.
 
   Hoy, sin embargo, los descerebrados pintamonas abundan como hongos.
 
   Cuanto más aumenta el paro de sus padres y crece la crisis económica en España, más le dan estos enfermos mentales al espray.
 
   Con el dineral que cuesta un chisme de esos.
 
   Les importa un comino escuchar a las autoridades municipales quejarse de los millones de euros que se gastan en limpiar pintadas, y que no podrán emplear en cubrir otras necesidades sociales.
 
   Ellos a lo suyo.
 
   A embadurnar mobiliario urbano, paredes pobres, murallas nobles, bancos del parque, los coches de los vecinos, los autobuses urbanos, los vagones del metro, estatuas dedicadas a los que hicieron algo por la ciudad...
 
   Nada merece su respeto.
 
   Posan sus sacrílegas manos sobre cualquier superficie que pueda ser ensuciada.
 
   ¿Acabará algún día esta pesadilla?
 
   Posiblemente, el día que los padres controlen en qué gastan sus hijos la paga que les entregan cada semana y les registren, sin que salga el Defensor del Menor a decir que eso no se puede hacer, los bolsillos cuando salgan de casa a ver si llevan el espray o sólo dinero para el autobús.
 
   O que las multas y sanciones, que ya figuran en las normativas municipales, sean efectivas y no papel mojado.
 
   PD.- El vídeo que ilustra este post es todo menos graffiti. Es una muestra de murales callejeros de un gran valor artístico. Llamarles graffiti a estas preciosidades es tener ganas de emparejarlos con las tonturas de las que en este post hablo.
 

1 comentario:

Riselo dijo...

Más de un grafitero se ha enfadado conmigo porque le he llamado enfermo mental por manchar las paredes. Pero es que, además de no mostrar ningún respeto por el prójimo, hay que estar muy mal de la cabeza para estropear, como estropean, por ejemplo, los escaparates, paredes y puertas de los negocios, la mayoría de las veces, con nocturnidad y alevosía, porque es que, además, son unos cobardes.