Así titula un artículo en el diario El País el periodista Diego A. Manrique, a propósito del pasado festival musical llevado a cabo en la ciudad inglesa de Glastonbury, donde en las ruinas de un antiguo monasterio se puede observar un rosal que dicen trajo nada menos que desde Jerusalén San José de Arimatea.
Lo comienza de esta forma:
"Ya ha pasado el más legendario de los festivales musicales. Cumplió las expectativas: amontonamientos, retretes indecentes, conciertos memorables más algo de frío, lluvia y barro".
No he asistido nunca a ningún festival de ningún tipo.
Me gusta escuchar música en la soledad de mi cuarto. No con gritos de los que presentes.
Me figuro la cosa y todo el sufrimiento que conlleva.
Vete a un macrofestival con la mochila llena de los artículos más variados.
Acampa durante unos días en lugares incómodos, come cualqueir cosa, duerme en tu saco, sufre la intemperie del momento - el calor pero también, no sé cómo, la lluvia pues casi siempre llueve en estos eventos - y aguanta al prójimo, cuyo comportamiento no siempre es el adecuado.
Este artículo de Manrique me ha hecho ver la luz.
Reseña tras la introducción que en una encuesta realizada entre dos mil habituales a los festivales británicos resultaba curioso que sólo un 45 por ciento alegaba que la música era su motivación principal.
Lo que os decía: para escuchar música, nada como el cuarto de uno.
¿A qué va entonces ese otro 55 por ciento?
"El resto" - añade - "se repartía entre los que destacaban que se trataba de estar con los amigos, disfrutar del ambiente o hacer cosas que no se pueden hacer en la vida ordinaria".
¿Como qué?
Pues practicar sexo con desconocidos, emborracharse, tomar drogas o participar en peleas.
El diario The Times es muy claro en su apreciación de lo que son estos festivales:
"En los festivales de música, importa más el sexo y las drogas que el rock and roll".
Y en ello coinciden otros diarios británicos.
Lo que se lee en una publicación musical, New Musical Express es aún más deprimente.
Según el sentir de estos jóvenes, en su mayoría entre los 35 y los 38 años - los veinteañeros no poseen medios económicos para sufragarse los gastos que suponen estos festivales - creen que tanto el festival de Glastonbury como el de Reading son más importantes que la caída del muro de Berlín.
Pues con esto está todo dicho.
1 comentario:
Los que van dicen que se lo pasan bien.
Yo no acabo de creérmelo.
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