domingo, febrero 10, 2013

Premio Nobel de la Paz para la Fundación Vicente Ferrer.

                      No quiero esperar a que muera Anna Ferrer para rendirle mi pequeño homenaje
  
  Hacía tiempo que conocía yo al entonces jesuíta barcelonés Vicente Ferrer y su enorme labor en beneficio de los más pobres de la India.
  
  Le sucedió como a cuantos trabajan con los desheredados, que levantan las suspicacias de las autoridades porque piensan que estarán metiéndoles en sus cabezas ideas raras.
  
  Le sucedió en España a esos curas que trabajaban en suburbios y a los que llamaban 'curas rojos'.
  
  Le sucedió a un santo que yo conozco mucho, Don Bosco, el fundador de los Salesianos, a quien le enviaba la autoridad un par de policías que vigilaran al cura mientras predicaba a los jóvenes.
  
  Y le sucedió a Vicente Ferrer.
  
  Hasta tal punto que recibió la orden de abandonar la India.
  
  Miles de personas se sublevaron ante esta decisión del gobierno y la inteligente presidenta Indira Gandhi solucionó la cuestión de una forma original.
  
  Envió al padre Ferrer este curioso telegrama:
  
  "El Padre Vicente Ferrer se irá al extranjero para unas cortas vacaciones y será bien recibido otra vez en la India".
  
  Y a los tres meses de vacaciones forzosas en España, regresó a la India sin problemas.
  
  Al poco tiempo, una joven periodista inglesa que, con ese aire viajero que poseen tantos ingleses se había desplazado hasta la India para ampliar estudios, conoció al Padre Ferrer.

   Y fue con motivo de una entrevista que le hizo Anna, años más tarde, para la revista Current, en la que trabajaba ya como reportera, como se encariñó tanto de la obra que llevaba a cabo el jesuíta como de su misma persona.
  
  El padre Ferrer dejó la Orden de San Ignacio de Loyola y se casó con Anna, trabajando desde entonces ambos en la Fundación Vicente Ferrer en la localidad india de Anantapur.
  
  
  Al fallecer Vicente, Anna Ferrer asumió la presidencia de la Fundación y desde entonces es el alma de cuanto bien se hace a través de ella.
  

1 comentario:

Riselo dijo...

Yo que soy tan cobarde para hacer lo que hacen tantas personas generosas, por lo menos tengo el deber de difundir estas tareas nobles.