Menudos cuentistas estos falsos sindicalistas.
Hace tiempo escribí en La Coctelera, uno de los mejores alojamientos para bloggers que conocí y que, desgraciadamente desapareció, con enorme pena y nostalgia de cuantos allí escribimos nuestros primeros pots, que cómo era posible la existencia de un sindicato sin trabajadores a quien representar o defender.
Claro, es que no era sindicato ni cosa parecida.
Por fin se ha descubierto el pastel. Este sindicato, como aquel parque al que cantaban Victor y Diego, no era sindicato ni nada que se le pareciera.
Era una cueva de bandoleros que atracaban con modales finos y a través de famosos abogados, extorsionando a las personas, cuanto más ricas, mejor con la promesa de dinero a cambio de no llevarlos a los tribunales.
Menuda la han armado con la infanta Cristina que, después de tanto sufrimiento y sin saber si es culpable o no, la van a tener que absolver por la retirada de quienes la condujeron a los tribunales porque no accedió a darles dinero a cambio de su silencio.
A cada cerdo le llega su San Martin, o eso dicen porque a algunos les llega tarde pero a tiempo.
A estos, además del cerdo, les ha llegado un regalo: una casa con rejas.
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