martes, agosto 06, 2013

No estamos para dar vueltas de tuerca ni para sacar pecho.

                           Señor ministro Margallo, ándese con cuidado con las cosas de comer.
 
  No estamos en tiempos de 'Gibraltar español' porque después de 300 años de que Gibraltar esté habitado por súbditos ingleses, más o menos, no vamos ahora a inventar la pólvora.
 
  Lo primero es que la reivindicación de Gibraltar por parte de España corre paralela con la reivindicación de Ceuta y Melilla por parte de Marruecos.
 
  Nosotros decimos que son cosas distintas.

  Pero a ver a quién convencemos.
 
  Por las bravas nunca se ha conseguido nada de Inglaterra.
 
  Debe de ser el único imperio que no ha sido arrojado por la fuerza de las tierras que ocupaba.
 
  No han podido con ella ni los chinos, ni los indios ni los africanos.
 
  Se han marchado cuando ha marcado la hora de su reloj.
 
  Hay algo a destacar y es que en esto de si Gibraltar debe retornar a España o no, hay intereses encontrados.
 
  Para los miles de españoles que ni se han molestado en visitar el Peñón, hablar con los 'llanitos' y recorrer su calles, es muy fácil reclamar para España esta colonia británica.
 
  Para los que nos hemos molestado en recorrer el Peñón - a mi me lo enseñó un taxista gibraltareño que, por cierto, hablaba un perfecto inglés que simultaneaba con un perfecto andaluz - y hemos visto lo felices que son allí, no nos quedan ganas para reivindicaciones territoriales.
  No es frecuente ver gente feliz en nuestros días. Y ellos son felices dentro de los pocos metros cuadrados de terreno del que disfrutan.
 
  Pero es que tampoco para los miles de andaluces que habitan el Campo de Gibraltar - San Roque y Línea, sobre todo - y que van cada día a Gibraltar a ganarse la vida, que se calculan entre 6 y 8 mil, tampoco les hace maldita la gracia de convertirse de la noche a la mañana en otros parados más del 36 por ciento que ya tiene la Comunidad de Andalucía.
 
  Ya en tiempos de Franco, con el cierre de la verja, ocurrió la hecatombe: los miles de trabajadores andaluces - calculados entonces en más de 30 mil - fueron sustituidos por marroquíes.
 
  Nuestro honor, por los cielos.
 
  Los habitantes del Campo de Gibraltar, por los suelos.
 
  Nuestro Ministro de Exteriores ha sacado pecho estos días y ha hablado - de algo había que hablar en agosto ya que el señor Rajoy ha hablado por fin, pero no de lo nuestro, sino de lo suyo, o sea como si no hubiera hablado - y ha dicho cosas muy raras, porque amenaza, sin ponerse de acuerdo previamente con el Reino Unido, con un peaje de 50 euros por persona que entra o sale de la colonia, con chequeos a los coches, formando colas inmensas, etc.
 
  Esto añade más sufrimiento a los trabajadores que se desplazan hasta allá a trabajar.
 
  E impide ventas a los comerciantes de la zona porque los gibraltareños no salen de su territorio.
 
  He escuchado esta mañana a un secretario de estado hablar de que todo esto lo han ocasionado las autoridades de La Roca, por arrojar bloques de cemento para lograr un ambiente en el que se puedan desarrollar las especies, y aduce el testimonio de ecologistas que hablan de que esto es un desastre.
 
 Bueno. Pues deben de ser ecologistas al servicio de las autoridades de la nación porque yo también he escuchado a ecologistas decir que esos bloques los han tirado al mar toda la vida de dios las autoridades españolas a petición de los pescadores andaluces con la misma finalidad.
 
 Si es un conflicto que ha durado tres siglos, no va a ser el señor Margallo, por muy hábil que sea, quien lo solucione con un par de decretos y prohibiciones.
 
 Mi opinión es que dejemos las cosas tal y como están: los gibraltareños disfrutando de su alto nivel de vida y pasando la 'frontera' a gastar en los poblaciones de la zona.
 
 Y los pueblos españoles deprimidos de la zona, beneficiándose del trabajo que encuentran en El Peñón sus trabajadores y las pequeñas y medianas empresas, beneficiándose igualmente de los gastos que hacen allí los habitantes de Gibraltar.
 
 

1 comentario:

Riselo dijo...

Para una vez que encontramos a alguien feliz, no le amarguemos la fiesta.
Los gibraltareños lo son.
¡Dejémoslos en paz!